El ruido rasposo de los colectivos es el gruñir de las cuatro de la tarde en una avenida de Buenos Aires. Rodillas superpuestas, zapatillas, suelas y una moneda. Un botón de pausa perdido en el recorrido, fracciones de un segundo que partieron el universo. Por un lado se fue el hombre que nunca levantó la moneda y por el otro, un hombre muerto.
24.10.07
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1 comentario:
Más que pretextos, son luciérnagas para mí.
Gracias por tanta magia.
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