Los días de lluvia como hoy.

Los días de lluvia como hoy una vieja mira desnuda por la ventana y baila. Baila bien lento con un recuerdo, pero baila con ritmo. Los pies juntos, las manos apoyadas contra los marcos y la belleza en la cadera. Arriba, abajo, de derecha a izquierda, luz de nubes y sombras inciertas. El mundo no está afuera, está en esos pies arrugados y descalzos acariciando la madera.

Los días de lluvia como hoy un nene juega en un galpón viejo y se da cuenta de algo. Explora los recovecos de una realidad suspendida y, entre dos cajones abiertos en puntitas de pie, descubre el tiempo. Y con el tiempo vienen las gotas golpeando la chapa, el ir y venir de los pulmones y una vaga idea de la muerte y el silencio.

Los días de lluvia como hoy un hombre abraza una mujer bajo un edredón y se entrega. Sostiene el sueño de ese cuerpo con tetas y acepta, de una vez por todas, que no hay un lugar mejor en el mundo. La coreografía estática de un ensamble perfecto, qué lindo es dormir cucharita. Y se lo lleva una calma irrefutable que se presenta pocas veces en la vida.

Los días de lluvia como hoy una madre prepara tostadas con dulce de leche y manteca. La leche está a punto de hervir y el olor se mezcla con el pan apenas quemado. El tubo fluorescente de la cocina es implacable con cada uno de los cuarenta y cinco años y los dos embarazos. Así era la vida y estaba bien de a ratos, como en ese instante en que revolvía la tasa y caía un rayo.

Los días de lluvia como hoy son para hablar de los días de lluvia como hoy. Son para sentarse con el pantalón pijama a cuadros e imaginar historias donde somos dioses, espectadores y protagonistas. Son para mirar nuevamente por la ventana y descubrir que se está haciendo de noche y que ya no llueve tanto.